sábado, 1 de enero de 2011

Margot y las princesas solas I: La endeble memoria de la formica

Martha Silverstone acudía al Bariloche todos los días para tomar un café solo gigante antes de entrar a trabajar en Bloomingdales. Su mejor amiga era Margot Smith, dependienta en la sección de niños de Ralf Lauren y adicta a los libros de autoayuda, le insistía que ella misma era su peor enemiga, más aún, Martha se había convertido, a la vez, en una presa de su Autoguantánamo y su propia Georgina Bush. -¿Café solo gigante? Por favor... ¿Y por qué no una Soledad Gigante en una taza de desayuno? Eres más patética que Catherine Bodosky que al cumplir los 40 años de soltería empezó a llevar flores a 365 solteros de entre los 30 y 45 años enterrados en el Cementerio Green Wood. Recordaba que la buena de Cathy se sentía feliz de su visita diaria a su harén de difuntos; Margot reconocía que llorar por un hombre idealizado aunque fuera muerto era mucho mejor que llorar de soledad, efectivamente ese año no se consideró una soltera en el sentido estricto y cruel de la palabra.

Martha procuraba sentarse siempre en la mesa en que ella y Javier Vidal, su mayor calentón de la última década y padre de sus complejos de posesiva y posiblemente loca, se habían jurado amor eterno antes de que él partiera hacia Los Angeles para trabajar en una gasolinera de Hollywood. –Por favor deja de hacer eso… Le repetía exasperada Margot mientras su compañera repasaba con sus uñas de porcelana la frase que había rayado su no oficial Ex, como una mala copia de Patrick Swayze en Ghost pero sin la emoción de despedirse moribundo: No te imaginas cuánto amor me llevo.

4 comentarios:

  1. Putos anglos...
    En verano suelo vestir guayabera, shorts y unas pachanguitas que me manda mi mamá de Colombia.
    Los gringos del barrio, llevan todos blue jeans y zapatillas de tenis de dos palmos; parecen uniformados.
    El viernes en la noche, Porfirio apuñaló a un gringo en la trasera del carro, cuando venían -tomados y cargados de coca hasta las orejas- del show de Lupe Atienza, la prima de Porfirio que volvía con su gripo de jazz de una tourné por Delaware.
    Contaba Porfirio que lo había hecho no más que por saber cómo le entraba la faca a la loneta del pantalón..., pero se le notaba que le tenía manía al gringo desde que lo vio.
    Dice Toño Bolaños que el carro quedó perdido con la sangre y que va a estar chungo que le pongan cara a la tapicería.
    Se deshicieron del gringo en un desguace del West Side, cerca del río. Desde entonces, leo todos los días la página de sucesos del Post pero nada.

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  2. Gracias Crescencio! Me encanta tu aportación, por favor no dejes de participar!!!
    Un saludo

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  3. Es usted bien cordial, mi amigo Josiángel, que le dicen por acá, según oí que nombraban a un capataz o cosa así, líder de los mineros del salitre de estos valles.
    Pos sépase don Josiángel que servidor habita en una lomita que cae por los altos sureños de la ciudad, donde tengo mi ranchito, con sus terrones bien labrados para chiles, maiz y pimentitos; su equino acorralado y sus guineas que le picotean las malas yerbas.
    Pos resulta que me place la cercanía del camposanto, porque en mi tierra vemos con otros ojos que los que ustedes tienen las necrópolis y las parafernalias mortuorias, y hacemos fiestas con fuegos de palenque, charangas y copia de destilados caseros, los días de Difuntos y los aniversarios de cada deudo. En esos días tal parece que el cementerio sea una fiesta campesina, con las mujeres luciendo su mejor huipil, requetebordado y florido, y los hombres con su sombrero ancho de paja bien nuevecito para la ocasión y...
    Pero a qué contarle pamemas tediosas, mi amigo. Sepa no más que me hallo requeteagusto en este distrito rural que le dicen Ciares o Caeres o Ceares, que no sé bien cual sea el nombre cabal.
    Si usted decide hacerme una visita, no más tiene que preguntar a los lugareños por el hacendado que resién se vino de America Latina, y que se pasa las mañanas soleadas (pocas hay, ciertamente) practicando tiro de rifle y pistolas en un acotado de sus tierras.
    Con Dios, don Josiángel.

    Crescencio Parra

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  4. Pobre Martha... ¿Su ex no pudo encontrar una gasolinera más cerca?. Me ha gustado el relato a pesar de que me produce cierta tristeza.

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