¿Qué sabes hacer bien? ¿Tan bien como para ser el campeón del mundo?
¿Te haría vivir mejor? ¿Por qué no lo haces? Estas son las preguntas que se
hacen todos los días las personas que con sus acciones mueven el mundo. Y tú… ¿mueves
el mundo o te dejas llevar? Una necesidad básica del ser humano es el deseo de
destacar, de alguna manera, en algún campo, el que sea, y eso es lo que lo ha
llevado a progresar a lo largo de la Historia. Si tienes miedo o, peor aún,
eres conformista, sentirás, de igual modo que la persona más competitiva, la
necesidad de superar a los demás. Si no estás dispuesto a mover un dedo no te
quedará otra que vivir la vida de otros, de los que toman decisiones. Te
volverás admirador de personas que viven una vida más interesante que la tuya,
una vida destacada, de campeón del mundo, de ganador de un Óscar o de líder
mundial. Lo admirarás tanto que, siguiéndole, te creerás que eres él y te lo
pasarás muy bien, dormirás mejor sabiendo que eres, como poco, campeón de liga.
Malgastarás sentimientos hacia alguien que nunca vas a conocer ni él tiene el
más mínimo interés en hacerlo. Llorarás cuando suene el pitido final y te des
cuenta que sufres tanto como si te estuviera pasando a ti. Irás de vacaciones
al extranjero y bajarás del avión con aires de campeón mundial y mirarás por
encima del hombro a los turistas provenientes de países que están por debajo en
el ranking de la FIFA. Sin embargo, la vida virtual tiene fin y suele ser
abrupto: cuando despiertas y te das cuenta de que tu existencia está en estado
de hibernación, parada, y tus ídolos, de los que conoces todo, ni siquiera han
oído hablar de ti.