¿Qué sabes hacer bien? ¿Tan bien como para ser el campeón del mundo?
¿Te haría vivir mejor? ¿Por qué no lo haces? Estas son las preguntas que se
hacen todos los días las personas que con sus acciones mueven el mundo. Y tú… ¿mueves
el mundo o te dejas llevar? Una necesidad básica del ser humano es el deseo de
destacar, de alguna manera, en algún campo, el que sea, y eso es lo que lo ha
llevado a progresar a lo largo de la Historia. Si tienes miedo o, peor aún,
eres conformista, sentirás, de igual modo que la persona más competitiva, la
necesidad de superar a los demás. Si no estás dispuesto a mover un dedo no te
quedará otra que vivir la vida de otros, de los que toman decisiones. Te
volverás admirador de personas que viven una vida más interesante que la tuya,
una vida destacada, de campeón del mundo, de ganador de un Óscar o de líder
mundial. Lo admirarás tanto que, siguiéndole, te creerás que eres él y te lo
pasarás muy bien, dormirás mejor sabiendo que eres, como poco, campeón de liga.
Malgastarás sentimientos hacia alguien que nunca vas a conocer ni él tiene el
más mínimo interés en hacerlo. Llorarás cuando suene el pitido final y te des
cuenta que sufres tanto como si te estuviera pasando a ti. Irás de vacaciones
al extranjero y bajarás del avión con aires de campeón mundial y mirarás por
encima del hombro a los turistas provenientes de países que están por debajo en
el ranking de la FIFA. Sin embargo, la vida virtual tiene fin y suele ser
abrupto: cuando despiertas y te das cuenta de que tu existencia está en estado
de hibernación, parada, y tus ídolos, de los que conoces todo, ni siquiera han
oído hablar de ti.
Y es que el mundo se divide entre los que hacen y los que sólo sueñan
y, dentro de éstos, los que se conforman con soñar y luego los que viven por
sus ídolos, los fans, como una forma de evitar pensar en uno mismo. Hoy no hay
lugar para los inactivos, los pasivos, los que miran las vida pasar. Ha dejado
de existir el trabajo para toda la vida que te permita pensar en otras cosas como:
una tristeza desmesurada por la pronta eliminación de España en el Mundial o el
irracional subidón de autoestima del hincha del Madrid tras ganar la Copa de
Europa. Ese objetivo, trabajo asegurado e incondicional, se vuelve ahora una
quimera. Incluso muchos se dejan influir por las palabras de familiares que vivieron
en ese paradigma caduco: profesionales de treinta años de antigüedad en una
empresa o padres funcionarios, que hacen sentir a sus hijos sin trabajo, sin
quererlo, auténticos fracasados por tener trabajos temporales. Y es que los
padres saben dar consejos pero, claro, basándose en lo que ellos han vivido, en
tiempos que han pasado, en modelos de trabajo que han dejado de existir.
Los padres ahora no sólo deben dar consejos, primero deben saber
preguntar: ¿en qué puedes ser campeón del mundo o, por lo menos, finalista?
Pues vete a por ello y si no te sale, intenta otra cosa, pero no dejes de
actuar, de tomar decisiones, porque estamos en la época donde nos han dejado
ser libres. Te han despedido, te han dejado a la intemperie, eres libre,
terriblemente libre, y a merced de tus decisiones. Si no eres bueno en nada, no
te preocupes, puedes vivir el sueño de otra persona, que ésta te mal pague y
sustituyas tu necesidad de ser feliz enchufando tu corazón necesitado de
estímulo a un equipo de fútbol o a una estrella pop, como quien roba la
corriente eléctrica de las farolas de la calle.
Entramos en una generación extremadamente desigual, no ya sólo de
ricos ni pobres, sino de gente que actúa, que toma decisiones, que saca el
máximo partido a sus virtudes, quizá menos virtuosas que las tuyas, pero que
consiguen resultados. No desvíes tu atención ni tu energía hacia las quejas por
enchufismo, por la buena suerte, por la familia adinerada… Hay multitud de
ejemplos que nos confirman el poder de potenciar los puntos fuertes, de ser
autocrítico para buscar soluciones a las debilidades y perfeccionista para que
cada actuación sea mejor que la siguiente. Incluso en las peores
circunstancias, incluso desde la mala suerte. Si cada uno, que sea
inconformista y sea el mejor en algo, en lo que sea, diera el primer paso,
tomara la primera decisión, asumiendo un riesgo moderado que combata con su
habilidad para planificar y diseñar actuaciones en todos los casos previstos,
sería dueño, y motor, de su propia vida, y la nómina de ídolos que admirar se
reduciría al mínimo. Se habrá hecho a sí mismo, y no hay nada más admirable,
será ídolo de sí mismo, como Fernando Alonso.
Tras pasar de espectador a actor, sólo quienes invirtieran más energía
que tú, sólo quienes fueran más arriesgados que tú y partieran de una situación
más precaria que la tuya, y llegaran más lejos, merecerían tu admiración. El
resto es mera pasión virtual y exacerbada para los que viven su vida con el
piloto automático puesto y untan su día a día con alegrías y decepciones
ajenas, como un enfermo en estado vegetativo que pareciera hacer la señal de la
victoria justo tras ganar el equipo de su ciudad la liga.
José Ángel Caperán
Psicólogo y coach
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